Shabti de Tut-Ankh-Amun

Shabti de Tut-Ankh-Amun
Nuevo Imperio, dinastía XVIII
Valle de los Reyes, KV 62
Museo Egipcio de El Cairo, JE 60830
Carter 318 a

La tumba de Tutankamon, descubierta intacta por Howard Carter en 1922, supone una magnífica muestra de las creencias funerarias del Antiguo Egipto y sus objetos rituales, y nos permite conocer desde algunas de sus técnicas constructivas hasta pormenores de la vida cotidiana. Entre las montañas de piezas que acompañaban al faraón, se contaba este shabti de madera de casi medio metro de altura. El shabti es un trabajador que, convenientemente invocado conforme al capítulo VI del Libro de los Muertos, sustituirá al fallecido al que acompaña en sus quehaceres postmortem. Es por ello habitual que este capítulo, de título muy explícito (Fórmula para que un respondedor -shabti- ejecute los trabajos para alguien en el Más Allá), aparezca escrito en el cuerpo de los shabtis, ya sea completo o en versión abreviada, como en este caso. Es muestra del carácter mágico que los egipcios dan a la escritura: la sola mención escrita de la función del shabti la perpetua.

La existencia de shabtis...
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por Fiasco. readvolution '07
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Kindersterben/Muerte del niño
























Käthe Kollwitz
Serie "Proletariat". xilografía, 1925
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En 1914, nada más estallar la Primera Guerra Mundial y tras alistarse voluntario con 18 años, muere Peter Kollwitz, el hijo menor de Käthe Kollwitz. La muerte de su hijo es un estigma que marcará en adelante toda su obra, y acentuará el fatalismo que ya se apuntaba en su producción anterior. El planteamiento es similar al de las maternidades de Schiele, se asocian muerte y nacimiento, personificados aquí en el ataud y el niño que se sugiere que contiene, para así hacer patente lo ineludible de la desaparición del yo, y mostrar la existencia como un absurdo que se verá irremisiblemente destruido. Sin embargo, Kollwitz añade, en primer término, la connotación de pérdida. Tras la muerte de su hijo, el vacío la absorbe. Tan solo logran escapar del fondo negro, duro, directo, sus manos, para sostenerle, y su cara, para llorarle. El fracaso en la función de protección maternal se plasma mostrando al muerto como indefenso. Su ataúd no es el de un joven en plenitud de fuerzas, como sería propio de su edad, sino el de un niño, casi el de un bebé, diminuto, debil, desamparado. La elección del adjetivo "kinder" (infantil) para el título refuerza esta sensación. Su cara, sus manos, no son las de un ser vivo sino de uno muerto. El rostro, cadavérico, permanece en actitud desolada pero sumisa, con el dolor seco de la tragedia ya asimilada. El mundo ha sido anulado, la lúgubre negrura lo ha devorado todo, y solo quedan el llanto, el dolor, la pérdida.



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