Brazo de obrero...

Santiago Sierra
Brazo de obrero atravesando el techo de una sala de arte desde una vivienda
instalación. Calle Orizaba, 160. México D. F. Enero de 2004
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En esta instalación, dos trabajadores fueron contratados para turnarse y sacar durante tres horas un brazo por la abertura que unía el suelo de una vivienda con el techo de la sala de exposiciones. Su remuneración fue la que dictan las leyes de mercado: el sueldo mínimo interprofesional mexicano.

Santiago Sierra no hace absolutamente nada. Y eso es parte de la grandeza de su obra. El espectador que entra en la sala se siente violentado por la instalación, resulta incomodo ver a alguien realizando una tarea que parece indigna, porque son precisamente las diferencias entre el trabajador y la clase acomodada lo que Sierra remarca en su obra. El público es un actor más de la instalación, con un papel activo que construye la obra. Mientras que nos deleitamos en la contemplación artística, en el recreo cultural, ocioso, el trabajador se ve obligado a alquilar su fuerza bruta para subsistir. Se alquila a si mismo para realizar una tarea que consume su esfuerzo aunque es completamente improductiva. Los beneficios que produzca su trabajo son indiferentes, y también lo es la naturaleza de la tarea. Lo que arrebata la dignidad del trabajador es el la pérdida de su voluntad, la extorsión que lo pone al servicio de beneficios ajenos, para conseguir lo impresindible y poder subsistir. No es el trabajo lo que nos incomoda, es la compra. E
l trabajador está además confinado a su gueto cultural, le resulta imposible tener acceso al deleite artístico por las restricciones intrínsecas a su situación laboral. Su mundo está separado del nuestro, es diametralmente opuesto, y sus esfuerzos por alcanzar el nuestro son vanos, no logran más que rascar la superficie del muro que nos separa. Los dos trabajadores que practicaron el agujero y realizaron la acción no recibirán los beneficios que su trabajo ha producido a través de las entradas, tan solo el sueldo mínimo, y será Sierra quien se enriquezca con la exposición. Él no es ajeno, el público no lo es, las injusticias sociales suceden ante nuestros ojos y con nuestro consentimiento implícito. Es violento por lo injusto de nuestra superioridad, que se hace patente. Es grosero, obsceno, ofensivo. Un espejo.

(incluye un amplio catálogo de su obra)

por J. del Fiasco. readvolution '08
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