Charity/Caridad

En el mundo occidental del bienestar económico, gran cantidad de personas se ven obligadas a alimentarse de productos caducados que rebuscan entre los desperdicios de centros comerciales. Son los llamados cartoneros. La videoinstalación del grupo Democracia recrea su búsqueda de alimentos. En un espacio ocupado por contenedores y bolsas de basura con la palabra Charity (Caridad) sobreimpresa, una pantalla reproduce una grabación real de cartoneros entre la basura en Vallecas (Madrid). La visita a la instalación se complementa con el aroma del perfume Charity, que reproduce el olor de la comida en descomposición, y que además puede adquirirse en una máquina expendedora.

Grupo Democracia (Iván López y Pablo España)
videoinstalación. Bienal de Sao Paulo-Valencia 2007
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En esta instalación, el grupo Democracia propone una visita de clase, y reflexiona sobre dónde se encuentran los límites que la estructura social del capitalismo establece. Charity plantea que no es la función que se desempeña en el sistema lo que caracteriza a las clases, sino la capacidad adquisitiva. En la sociedad de consumo, el elemento de distinción social que aisla a las clases marginales no es su situación como trabajadores o desempleados, sino su condición de consumidores marginales. Lo que los convierte en personas rechazadas es su incapacidad para seguir un ritmo de consumo. Charity tiene puntos en común con la obra del conocido Santiago Sierra: el fundamento de la muestra es situar al espectador, siempre de clase acomodada, en un contexto propio de las clases marginadas. Pero la visita no es un documental, que muestra una realidad, sino una comparación consciente entre esa realidad y el espectador.

Frente a los supermercados inodoros, asépticos, Democracia muestran un espacio igual de aséptico en origen, pero contaminado por contenedores y por el olor de la descomposición, que no solo está presente, sino también a la venta. Al concederle la categoría de "arte", y por tanto de objeto de consumo de lujo, el "perfume" pasa a ser aceptable, deja de ser una característica marginal, y es incluso deseable, hay quien puede querer adquirirlo (diversas galerías lo ponen a la venta). No venden aroma, venden clase. Y participar, como productores, de este circuito comercial no deja de entrañar una crítica a su propia labor pasiva como artistas ante las situaciones que critican, situaciones que no solo no cambian por su trabajo, sino que incluso, como la frontera social del consumo, se acentúan con cada producto artístico. Que la venta se realice precisamente con máquinas expendedoras potencia ese contrasentido entre suciedad, peste y marginalidad, y ambiente aséptico e impersonal a través del que las clases dominantes se asoman al universo de las dominadas. Además, al igualar los contenedores de desperdicios con la palabra Charity, ironizan sobre el concepto de caridad. Cuestionan si puede ser considerado un acto de filantropía que aquel a quien benefician las reglas establecidas, el supermercado, comparta con aquellos que son marginados por esas mismas reglas una parte ínfima de sus beneficios. Muestran la caridad como un parche que pretende, desde la situación del privilegiado, ceder algunos excedentes a los apartados del sistema, pero sin modificar las condiciones que los aislan.



por J. del Fiasco. readvolution '08
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