Perro





















Francisco de Goya
óleo sobre lienzo (transposición desde mural), 1819-23
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Por lo que se conoce a través de las fotografías de Laurent, en origen Perro debió ser una escena costumbrista, en que el animal acechaba a dos pájaros. Sin embargo, cuando Martinez Cubells trasladó los murales a lienzo, las dos aves se perdieron. Al desaparecer los pájaros, el lienzo adquiere una nueva dimensión. Simbólicamente, la historia del arte ha tomado al perro como representante del hombre, que expía sus pecados, como el perro lame sus heridas, pero que vuelve a caer en ellos, degradándose, como el perro vuelve a tragar sus vómitos. En un extremo de una composición desolada, sin fondo ni ninguna referencia espacial, el perro, el hombre, va poco a poco abandonando ese indefinido vacío ocre que habita para hundirse en una masa más oscura, para desaparecer sin dejar rastro. El verdadero protagonista no es el perro, mero secundario relegado a un lugar marginal, esbozado en rápidos trazos, sino el vacío, minucioso, detallista, de textura densa, turbio e insondable, inexpugnable.

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